Cariño, mamá y papá se separan

Actualmente, nuestra sociedad está viviendo muchos cambios que afectan al ámbito familiar, creando nuevos modelos de familia o incrementando la frecuencia de otros que resultaban muy nuevos hace tan solo unas décadas. Un claro ejemplo de este incremento de un modelo de familia alternativo al tradicional es la decisión de muchas parejas de separarse. Tomar esta decisión no es fácil, menos aún cuando hay hijos o hijas de por medio, debido a las consecuencias que esta decisión tiene en sus vidas.

Estas consecuencias que sufren hijos e hijas de parejas separadas pueden estar relacionadas con múltiples factores, desde socioeconómicos por la disminución de ingresos, especialmente evidente y con mayor frecuencia en el caso de la madre, hasta psicoemocionales y relacionales, dada la ruptura a nivel conyugal y el cambio que implica en la dinámica familiar.

¿Qué puedo hacer yo para que mi hijo/a sufra un poquito menos?

En primer lugar, es importante saber cómo podemos darle la noticia.

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Los niños de padres separados y la sensación de peonza

Cuando un padre y una madre deciden separarse, las cosas empiezan a cambiar primero en su cabeza, luego en la pareja y, por último, en la familia. Esta secuencia que es lógica y natural no deja de sorprender en muchas ocasiones a los hijos que no siempre son conscientes de todo ese proceso.

El otro día en una sesión me decía un niño que se sentía como «una peonza». Sus padres se habían separado y todos habían abandonado el hogar familiar. Padre y madre habían buscado casas provisionales mientras aclaraban su nueva situación personal y, transcurrido un tiempo, ambos se habían mudado a casas más definitivas. Esto suponía que el hijo había pasado por 4 casas en un periodo de dos años, con un pase intermedio por casa de los abuelos.

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Los niños ante el divorcio de sus padres

Por Ainhoa Uribe

Cuando una pareja se separa, los dos miembros sufren dado que se han roto las expectativas de ambos de conseguir una vida feliz juntos. Cuando la pareja además tiene hijos, para los niños no son las expectativas las que se rompen sino su propio mundo. No conocen otro. Desde que han nacido han tenido un padre y una madre, que vivían juntos y con una relación que les vinculaba (fuera ésta mala, buena o regular).

Llegados a un punto de no comprensión en la pareja, de rechazo mutuo o de falta de proyectos de futuro en común, es la hora de separarse. Y esto es un ejemplo para los hijos: cómo el adulto trata de ser mejor persona en busca de su propia felicidad y estabilidad emocional. Ahora bien, no hay que olvidar que para los hijos la separación de los padres es un estrés vital y hay que estar muy pendientes de cómo manejar la situación para que consigan afrontarla de la mejor manera posible.

No hay una separación en la que los hijos no sufran.

Por mucho que solo sea una de las partes con la que conviven o que la pareja les trate mal o que presencien violencia verbal entre sus padres,…

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