¿Sabías que los miedos pueden deberse al propio desarrollo?

Cuando trabajas con niños, es muy frecuente escuchar a los padres decir: «mi hijo nunca ha sido nada inseguro o miedoso y ahora de repente…»

Y es que los niños nunca hacen algo, hasta que de pronto un día lo hacen. Y es que tenemos que tener en cuenta que un niño está sometido a muchos cambios físicos, químicos, psicológicos y su comportamiento es mucho más voluble y variable que el de un adulto.

Los niños siguen un patrón de comportamiento poco estable en el tiempo.

Primero porque la referencia o «linea base» de la que partimos implica un periodo corto de tiempo. Así aunque nos dé la sensación de que lleva tooooda la vida comportándose de una determinada manera, eso puede suponer no más de 2, 3 o 4 años.

También nosotros tendemos a interpretar su comportamiento como estable y creamos unas expectativas de cómo va a comportarse en cada situación que no se cumplen la mayoría de las veces.

Y tercero, no debemos olvidar que los niños están sometidos a cambios continuos en su cuerpo. Tiene que resultar difícil para ellos adaptarse mes a mes a una nueva forma física y unas nuevas capacidades.

La etapa de los «miedos»

Uno de los fenómenos que más llama la atención de los padres es el tema de los miedos y las pesadillas.Los niños pasan de ser confiados y seguros a volverse miedosos e intranquilos en un momento.

En este caso, podemos decir que existe una razón física o neurológica que lo explica y es que la etapa de los miedos coincide con el desarrollo cerebral del sistema límbico.

El sistema límbico lo forman un conjunto de estructuras cerebrales que actúan de forma conjunta y que se encuentran por debajo del a corteza. A ellas se atribuye la gran parte de nuestra vida emocional. Estas estructuras hacen posible que expresemos emociones, que las interpretemos en los demás y que las emociones afecten a nuestro comportamiento.

No es que este sistema no esté desarrollado antes. Sí lo está pero en torno a los dos o tres años es su momento de máximo desarrollo y esto se traduce en el comportamiento. Niños que no han sido miedosos, de pronto lo son. Empiezan a expresar sus miedos y agresividad muchas veces a través de los sueños. Pero también niños que parecían más independientes se vuelven más cariñosos o apegados, más inseguros o intranquilos.

Toda esta emocionalidad que «nace» de pronto no es más que otra etapa evolutiva en la que acompañar a nuestros hijos hasta que puedan gestionarla ellos solos. Y una vez que despierta, volverá a reaparecer por épocas.

Es habitual que se reactiven estos miedo en momentos de inseguridad, cuando se exponen a nuevos retos (como empezar el cole de nuevo) o en momentos «cumbre» del desarrollo evolutivo (como la adolescencia).

No debemos olvidar que los miedos, la agresividad o la inseguridad suponen retos evolutivos que nos ayudan a crecer.

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