Menores de familias acomodadas ingresan en centros tutelados por omisión del deber paterno*.

Tradicionalmente el perfil de los niños que ingresaban en pisos tutelados por la administración respondía al de hijos de familias desestructuradas: uno o ambos progenitores en prisión, padres parados con escasos medios de subsistencia, hijos de toxicómanos, etc.

Sin embargo, según un artículo publicado por Joaquina Prades en El País Semanal, aumenta la presencia de otro tipo de niños que quedan bajo la tutela de Servicios Sociales. Se trata de niños de familias acomodadas, de clase media o media alta a quienes no les falta nada material: acuden a colegios privados, de prestigio, tienen móviles de última generación, internet con las mayores comodidades, ropa de marca,… y, sin embargo, sus padres no les dedican tiempo. Sus obligaciones laborales o sociales les impiden estar presentes en gran cantidad de situaciones donde les es necesaria la orientación paterna. Su crianza corre a cargo, la mayor parte de las veces, de cuidadoras con muy buena intención pero que no ofrecen un vínculo seguro y constante en el tiempo.

Así pues, estos niños crecen con carencia de figuras de apego. Las consecuencias se hacen evidentes, sobre todo, a partir de la adolescencia con absentismo escolar, agresividad, insultos, conductas desafiantes hacia el adulto pudiendo llegar a pegarles. En algunos casos, esta falta de atención por parte de los progenitores se considera una negligencia por omisión del deber paterno y se llega a la retirada de la patria potestad.

Sin embargo, hay una diferencia en cuanto a los perfiles de las familias. Las procedentes de clase media pueden terminar en estos centros de la Administración mientras que las que pertenecen a una clase media o media-alta suelen enviar a sus hijos a prestigiosos internados, muchos de ellos, en el extranjero.

Lo cierto es que las consecuencias psicológicas son similares en ambos casos: el niño se siente abandonado y desamparado y las reacciones son de agresividad y odio hacia los padres.

Lo más habitual es encontrarse con padres que, por diferentes motivos, no saben enfrentarse a la tarea de educar o ésta les resulta tremendamente ardua y difícil. Tal vez ellos mismos hayan sido niños abandonados o su autoestima es tan baja que no se ven capaces de imponerse a sus hijos y, por tanto, evitan estar presente la mayor parte del tiempo. La solución a este círculo vicioso pasaría por un cambio en el estilo de vida que implicara una mayor dedicación a los hijos con renuncias de los padres a un ritmo de vida social demasiado absorbente.

* El País Semanal, publicado online el 14 de febrero de 2011.

Deja un comentario