Maratón de actividades extraescolares

Aún recuerdo mis primeros días de clase: el olor a libros nuevos recién forrados, libretas, lápices de colores… y por supuesto, la incorporación a las actividades extraescolares.
Creo que fui de las niñas que probé todas las que ofertaban en el colegio y en mi barrio: multideporte, gimnasia rítmica, manualidades, clases de violín, ballet… Finalmente fue el ballet la que me hacía más feliz, no sólo fomentaba el desarrollo del ritmo, la coordinación corporal y la expresión, sino que entraba y salía de clase contenta y con ganas de volver al día siguiente.
Habitualmente los padres buscan el desarrollo en aspectos que no se inciden en la escuela y los beneficios que conlleva el ejercicio físico, creativo y académico. En ocasiones se le añade la necesidad de coordinar el horario del niño con el laboral.
Los padres se preguntan así cuál es la mejor actividad para su hijo. No hay una respuesta única, al igual que no hay dos niños iguales. Lo que si podemos es tener ciertos puntos en cuenta a la hora de ir probando: su edad, sus preferencias, el tiempo y energía que supone su dedicación, y cuántas actividades hace ya. Deberán de primar los intereses que tenga el niño a la hora de escoger.

Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, experto en salud cerebral y autor del blog «el cerebro del niño» comentaba en una intervención en radio 4 puntos a tener en cuenta a la hora de escoger:
1. El niño debe de tener siempre tiempo para jugar.
2. Los deberes son importantes, son su primera obligación.
3. No fijarse en lo que hacen los demás, si el compañero va a más o menos que nuestro hijo, seguir nuestro propio criterio.
4. Intentar que el niño decida, que escoja en base a sus intereses.

Muchos probarán varias cosas, como fue mi caso, y otros la encontrarán a la primera, sólo hay que ser paciente, observar y escuchar para encontrar cuál es la ideal para tu hijo.

Cuidado con los excesos.

Un niño pasa en torno a 8-10 horas en el centro escolar, si le añadimos las extraescolares su jornada se alarga entre 2 y 4h más, llegando en algunas ocasiones a llegar poco antes de la hora de cenar.
El exceso de estímulos puede potenciar la aparición de problemas psicológicos a posteriori, convertirse en una fuente de estrés para el niño. El nivel de exigencia que ponemos en el niño, o la propia autoexigencia, potencia la presión sobre la consecución de logros de las actividades y esto a su vez, aumenta el estrés. Es decir, algo que hacemos como padres en búsqueda de fomentar su desarrollo puede jugarnos una mala pasada: pierden el interés y dejan de disfrutar con lo que hacen. Nos encontramos así con niños sobresaturados de actividades, con un horario casi tan ajustado como el de un adulto, que se muestran apáticos, malhumorados, tristes o incluso excesivamente rígidos, ansiosos y agitados, sin tiempo para jugar y ser, en definitiva lo que son, niños.

Jugar, siempre.

Para asimilar todas las experiencias que tienen en su día a día los niños necesitan tiempo, un tiempo que proporciona el juego, gracias al cual serán capaces de integrar todo lo aprendido. Hablamos de juego creativo, no juego didáctico y dirigido. El juego es fundamental para el aprendizaje y la ausencia de tiempo para ello supone un factor de riesgo en los niños.

Las actividades extraescolares son necesarias, sí, pero sin olvidar que son para disfrutar, y siempre deben estar en equilibrio entre el aprendizaje, la estimulación y el juego. Recuerda también que una de las experiencias de mayor valor para su desarrollo es el tiempo que compartís, y si es jugando mejor aún. Nuestros hijos necesitan tiempo para desarrollarse y para jugar, no queremos que se hagan adultos demasiado rápido.

 

Por: Ángela Rodríguez

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