Los niños y la migración

Viendo todos los fenómenos que últimamente están más presentes en los medios de comunicación – miles de personas desplazadas por conflictos bélicos que tienen que refugiarse en otros países, adultos y niños que mueren ahogados tratando de buscar un futuro mejor, atentados suicidas perpetrados por jóvenes que reniegan de sus familias y se radicalizan en sus convicciones religiosas – da mucho qué pensar acerca de la infancia y su vulnerabilidad.

Después de los atentados ocurridos en París, queda la sensación de que las guerras que hacen abandonar a miles y miles de personas su país de origen, generan situaciones conflictivas muchos años después de que el suceso original se haya producido, incluso generaciones después.

Esto nos ha llevado a plantearnos a todos los niveles: social, cultural, político ¿cuál es la solución? No parece nada fácil puesto que la mente de estos niños y jóvenes está marcada por muchas tragedias. La migración a la que se ven forzados estos individuos es una migración traumática que normalmente condensa varios estresores y, en algunos casos, puede desembocar en un trastorno de estrés postraumático. Joseba Achotegui lo calificó como el Síndrome de Ulises, es decir, el síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple.

La semana pasada en las Jornadas de Atención a la Salud Mental de los Refugiados se llamaba la atención sobre la necesidad de intervenir sobre los niños que han experimentado estas migraciones forzosas dado que es mucho más fácil la recuperación cuando se interviene con ellos de niños que de adolescentes o adultos.

Los niños son especialmente sensibles a las situaciones de riesgo vital y es importante atender la necesidades emocionales que generan estas experiencias. Se sabe que aquellos procesos de duelo que conlleva la migración (duelo por dejar un país, una cultura, un grupo social, una lengua, un estatus,…) son mejor abordados por la persona cuando existen unos buenos lazos afectivos con otras personas y están rodeados de familiares. Así que aquellos niños que tienen a su familia cerca tendrán muchas posibilidades de elaborar su duelo mientras que aquellos otros que no, es más probable que sufran un duelo complicado o extremo.

Las situaciones de riesgo para la integridad física que experimentan los migrantes muchas veces supera la propia capacidad del ser humano para reponerse de un trauma. Y esto puede verse traducido años después o incluso generaciones después en jóvenes que a pesar de vivir en un país donde tienen acceso a muchos más servicios de los que tenían en su país de origen, siguen sintiéndose no integrados en la población.

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