Los niños, los animales y el estrés.

Acabo de leer un artículo sobre los perros de compañía y la reducción del estrés en niños y lo cierto es que parece que hay una correlación entre el nivel de cortisol (hormona del estrés) en la saliva y la interacción de un niño con su animal de compañía. No sólo se trata de que el niño tenga una mascota sino de que interactúe con ella para que así el cortisol disminuya. En dicho estudio, una de las conclusiones que comentan los autores es que las necesidades de apoyo social para superar el estrés de los niños entre 7 y 12 años son mayores que las que pueden ofrecer solo los padres y las mascotas podrían ser un elemento importante al completar esta función.

Entiendo que hay niños que obtienen ese apoyo extra que necesitan de su grupo de amigos. Pero según lo que se observa en la práctica clínica, aquellos niños que tienen menos habilidades sociales o que socialmente se sienten poco integrados, encuentran una fuente de bienestar importante en el trato con animales. Hay muchos terapeutas que utilizan la presencia de animales en consulta como apoyo terapéutico…y funciona!

No solo los animales de compañía al uso (perros o gatos) aportan bienestar, hay otro tipo de animales cuyo trato genera grandes beneficios a quienes los frecuentan.

Ya hemos hablado en otros artículos de la equinoterapia pero ciertamente el contacto con animales de gran tamaño puede ayudar a mejorar el estado psicológico de personas con problemáticas más grandes de un simple estrés pasajero. Es conocido que el hecho de montar a caballo mejora la atención y concentración así como desarrolla el respeto por los animales y trabaja indirectamente las habilidades de interacción con el otro. A nivel psicomotriz, los beneficios son innegables: mejora equilibrio, coordinación y propiocepción. Esto también favorece el desarrollo de una mejor capacidad de atención y facilita la reducción del estrés.

Por tanto, podemos decir que en líneas generales, el contacto con los animales es beneficioso para los niños. Siempre y cuando el propio animal no suponga un elemento fóbico. Hay muchos niños a los que una mascota intimida o produce miedo. En estos casos, tendremos que valorar si la interacción con el animal es un reto al alcance de su mano que simplemente implica sacarlo fuera de su zona de confort o si es un elemento de gran estrés o ansiedad.

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