Los cambios en la adolescencia

Por Ainhoa Uribe

Cuando llega la adolescencia, los padres se echan a temblar. Esta etapa suele ser sinónimo de peleas, fricciones y sinsabores en la relación con los hijos. ¡Y es cierto! Nadie lo niega. El secreto para que esta etapa no se convierta en realmente turbulenta y suponga la ruptura definitiva en la relación padres-hijos está en comprender el por qué de los cambios que aparecen.

Psicológicamente la adolescencia es una etapa complicada porque supone el asentamiento de la personalidad de los hijos como personas diferentes a sus padres.

Los niños dejan de ser un reflejo del pensamiento y la personalidad de sus padres y se convierten en seres humanos autónomos y diferenciados.

Cambios pasajeros

Para los niños la manera principal de encontrar su propio camino y construir así su propia personalidad es negando o diferenciándose de aquello que hacen los padres. En muchas ocasiones expresando el polo opuesto. Si los padres son extravertidos y socialmente abiertos es fácil que el adolescente sea introvertido y solitario. Si a los padres les gusta ser discretos y pasar desapercibidos, puede que su hijo adolescente trate de llamar la atención en su forma de vestir o en sus gustos musicales. Puede incluso que varíe repetidamente en su indumentaria tratando de buscar SU forma de vestirse. Esta oposición constante al gusto de los padres suele suponer cambios más bien transitorios.

Tras una etapa de rebeldía y negación constante de todo aquello que proviene de los padres, los hijos vuelven a reconciliarse con los gustos de sus mayores.

Cambios permanentes.

Sin embargo, los hijos son seres diferenciados a sus padres y como tales tienen características diferentes a sus progenitores que se muestran antes de la adolescencia pero que alcanzan su punto álgido de fricción en esta etapa. Hay personas más activas y otras menos, extrovertidas e introvertidas, espontáneas o cautas, emocionalmente muy expresivas o poco.

Hay ocasiones en que padres e hijos se colocan en extremos contrarios de una misma característica de personalidad y es aquí donde más problemas surgen. Los padres sienten que no entienden a su hijo y sucede lo mismo a la inversa.

En estos casos, hay que prestar especial atención a que el choque entre las diferentes personalidades no deteriore la relación padres-hijo.

¿Cómo manejar las diferencias?

La regla más importante: NO CRITICAR el comportamiento de nuestros hijos. Encontrar la manera de combinar ambas formas de comportarse respetando las direrencias existentes entre ambos.

Primero, entender que casi cualquier comportamiento tiene sus ventajas y valorarlo. Aunque nosotros nos centremos en los inconvenientes, ser introvertido o tímido hace que nuestro hijo sea capaz de entretenerse solo.

Segundo, podemos potenciar el polo opuesto al que nuestro hijo manifiesta de una manera sana. Por ejemplo, facilitando encuentros con otros niños de su clase con los que tiene un interés en común (a lo mejor son todos algo tímidos).

Y tercero, podemos aprender los unos de los otros. Precisamente por ser tan diferentes nosotros como padres podemos captar las ventajas de ser de otra manera y, al mismo tiempo, hacer de modelo de comportamiento para que nuestros pequeños vean las virtudes de comportarse de otra forma.

2 comentarios en «Los cambios en la adolescencia»

  1. Hola. Interesante post.

    Tal y como se plantea en este post, la adolescencia parece una etapa independiente de la infancia. ¿Es realmente así o podemos preparar de algún modo el terreno para que no haya que empezar de cero en la relación con nuestros hijos? ¿Qué recomendaríais en la forma de relacionarse con los hijos antes de llegar a la adolescencia para suavizar el tránsito de la infancia a la edad adulta?

    ¡Gracias!

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  2. La adolescencia no es una etapa independiente de la infancia pero sí que en ella aparecen o se reactivan comportamientos o desavenencias que los padres creían superados. Por eso, muchas veces se siente como una ruptura de la relación con los hijos. Sin embargo, el tipo de adolescencia que se presente dependerá mucho de varios factores. Entre ellos: la relación que se haya establecido previamente. Si los padres han conseguido crear una relación fluida y de confianza con sus hijos hay muchas posibilidades de que la ruptura sea menos abrupta. Otro factor influyente es la reacción que tengan los padres antes los cambios en la conducta y cómo los manejen. En cualquier caso, para prevenir relaciones tormentosas es importante estar informado, entender la lógica de los cambios y fomentar una relación estable con nuestro hijo donde se sienta capaz de hablar de todo aquello en lo que está en desacuerdo.
    Gracias por tu comentario!

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