Having twins: the single largest change of our life.

Un padre de mellizos

When we first found out we were having twins, we were traveling in Sevilla. The doctor was so nonchalant, and my Spanish so meager that at first I didn’t understand him. He had said «Dos». That little word, as it turned out would mean the single largest change in our life.

As the pregnancy advanced and we found out we were having a boy and a girl, people would engage us in routinely predictable conversation.The common themes were: «That is going to be so much work»  and «Now that you’ll have a boy and a girl, you are done.» The first was sometimes delivered with Schadenfreude it seemed, and the second made no logical sense to me.

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As the date approached, we did not spend much time thinking about either. Rather we were caught in the whirlpool of terror which is associated with any high-risk pregnancy. Constant doctor visits, waiting for test results and thoughts of worst-case scenarios many of which were «dutifully» presented to us by the doctors as part of their full disclosure.

In the end, the kids were delivered prematurely by Caesarean section due to feared complications. Our son was just big enough to take home, and our daughter was just small enough to remain in the intensive care unit at the hospital. That immediately underscored for us that they were two very different people. We have never thought of or referred to them as «the twins», but rather as two children who happen to share a birthday.

In the months after the delivery, indeed the work came and the sleep went. However, there were other realities which we have never thought about, outside of sheer busy work. Two infants at the same time means that many times a single parent simply can’t handle their needs. Moving two car seats downstairs means leaving at least one child unattended. Taking a sick child to the doctor either leaves the other child with the other parent, or taking both to the doctor. Going out to a restaurant means each parent must manage one child. Trusting a babysitter to handle two infants simultaneously is hard. This forced a sort of bunker mentality where all four of us were almost confined for the first year at home.

As our children are growing now, I have noticed that there are other dynamics which seem to differentiate our family from single or multi-age children homes.

Whether we like it or not, there is always a ready comparison metric for development.

Who crawls or walks first, who can say their first word, who is more adept at forming sounds, who more analytical, creative, attentive, empathetic and so on. Although one can always look up in the literature expected development milestones, having an exact same-age child with the same parents, puts this right up against your face. I can only imagine what the comparison temptation is for twins of the same sex or even identical twins.

It is hard to say if our children have any special «link» that regular siblings don’t have. However, what is clear, is that because they are always at the same age, they are well adapted playmates who operate on a similar level. They have never been separated for any span of time, and spend a lot of time entertaining and playing with each other. When inserted into a new environment, they have each other as a natural support team. Sometimes they team up against us and sometimes they each «pick» a favorite parent to guarantee that each gets undivided attention.

At the end of it, they are two very different little people who will always have a best friend in the other, if they choose it.

Tener mellizos: el gran cambio de nuestra vida.

Mellizos
Dar a luz a mellizos tiene multiples implicaciones, más allá de la simple sobrecarga de trabajo.

Cuando supimos por primera vez que ibamos a tener mellizos, estabamos de viaje por Sevilla. El doctor lo dijo tan tranquilo y mi español era tan escaso que al principio no lo entendí. Había dicho “dos”. Esa pequeña palabra resultó significar el cambio más grande de nuestra vida.

A medida que el embarazo avanzaba y supimos que íbamos a tener un niño y una niña, la gente entablaba con nosotros conversaciones rutinarias y predecibles. Los temas comunes eran: “va a ser muchísimo trabajo” y “ahora que ya sabéis que tendréis niño y niña, lo tenéis todo hecho”. El primer comentario parecía que algunas veces nos lo decían con retintín y al segundo no le he encontrado sentido..

Según se acercaba la fecha del nacimiento no dedicábamos mucho tiempo a pensar ninguno de estos temas. Más bien estábamos atrapados en una espiral de terror, asociada a cualquier embarazo de alto riesgo. Constantes visitas médicas, esperando resultados médicos y elucubrando sobre los peores escenarios posibles, muchos de los cuales nos eran “debidamente” detallados por los médicos como parte de su quehacer.

Finalmente, los niños nacieron prematuramente mediante cesárea debido a las temidas complicaciones. Nuestro hijo fue lo suficientemente grande como para llevárnoslo a casa y nuestra hija lo suficientemente pequeña como para quedarse en la unidad de cuidados intensivos del hospital. Sin duda estábamos antedos personas completamente diferentes. Nunca hemos pensado o nos hemos referido a ellos como los “mellizos”, sino más bien como dos niños que comparten día de cumpleaños.

En los meses posteriores al nacimiento efectivamente el trabajo aumentó y el sueño disminuyó. Y en cualquier caso, se presentaron otras realidades en las que nunca habíamos pensado, más allá de la sobrecarga de trabajo. Tener dos niños al mismo tiempo significa que muchas veces un solo padre simplemente no es capaz de satisfacer sus necesidades. Mover dos sillitas de coche escaleras abajo implica dejar al menos a uno de los niños desatendido. Llevar a un bebé enfermo al médico supone dejar al otro bebé con el otro padre o llevarse a ambos a la consulta. Salir a comer a un restaurante significa que cada padre se hace cargo de uno de los niños. Confiar en una niñera que sea capaz de manejar dos niños simultáneamente no es fácil. Todo esto forzó una especie de mentalidad bunker según la cual los cuatro estuvimos prácticamente confinados en casa durante el primer año.

A medida que nuestros niños crecen ahora me he dado cuenta de que hay otras dinámicas que parecen diferenciar nuestra familia de aquellas donde hay un solo hijo o hijos de diferentes edades.

Nos guste o no, siempre hay disponible una referencia con la que comparar el desarrollo de cada niño.

Quién se arrastra o camina primero, quién dice la primera palabra, quien es más propenso a emitir sonidos, quién es más analítico, creativo, atento, empático y demás. A pesar de que siempre se pueden consultar en la literatura los hitos evolutivos esperados, tener un niño de exactamente la misma edad que el otro y los mismos padres hace que esto salte más a la vista. Me puedo imaginar la tentación de hacer compararaciones en los casos de mellizos del mismo sexo o incluso gemelos.

Es difícil decir si nuestros hijos tienen algún tipo de “conexión” especial que no tengan los hermanos habituales. En cualquier caso, lo que queda claro es que el hecho de tener la misma edad los convierte en compañeros de juegos perfectamente adaptados que operan siempre a un mismo nivel. Nunca han estado separados por ningún periodo de tiempo y pasan mucho tiempo entreteniéndose y jugando el uno con el otro. Cuando se les introduce en un nuevo ambiente, se tienen el uno al otro como equipo de apoyo natural. En ocasiones hacen piña frente a nosotros y otras cada uno escoge a un padre favorito para garantizar una atención total para cada uno.

En definitiva, parece que son dos personitas muy diferentes que siempre tendrán un mejor amigo en el otro, si así lo deciden.


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