Factores familiares de riesgo en los Trastorno de la Conducta Alimentaria

En un artículo anterior, ya tratamos el tema de los trastornos de alimentación. En esta ocasión, nos centraremos en dos puntos principales: los factores familiares predisponentes a la enfermedad y la intervención clínica del psicólogo.

A pesar de que no existe un patrón fijo de comportamiento en  familias con miembros con TCA, está  probado que hay determinados indicadores familiares que se consideran “de riesgo”. A continuación haremos un breve recorrido por ellos.

El  aglutinamiento y la sobreprotección dentro del grupo familiar.

No existen límites a la intimidad de cada miembro, tanto padres como hijos participan de las mismas cosas aunque les atañan solamente a algunos. Por ejemplo, se puede observar  en ocasiones, al  paciente de TCA involucrado en los problemas de los padres. Por otro lado, existe un componente de control de lo que cada uno hace.

La rigidez.

Nos encontramos con  normas que son difícilmente negociables, legados familiares imperturbables porque el miembro que se aventure a transgredirlos se ve castigado o excluido

La falta de resolución de conflictos.

Existen así mismo, dificultades comunicativas a veces por escasa expresión de sentimientos, a veces por falta de escucha o por no poder acceder a una negociación válida para todos.

Los antecedentes familiares.

Por último, se ha visto que la existencia de Trastornos depresivos o de alimentación en los padres es nuevamente un indicador de riesgo para que los hijos desarrollen un trastorno de alimentación.

Cuando acudimos a la consulta de un experto, éste habrá de valorar el contexto familiar en el que ha estado y está el paciente. Lo ideal es que el abordaje se haga incluyendo a los miembros de la familia, no sólo porque se encuentran desesperados y angustiados, sino porque ellos pueden ayudar a que el paciente se recupere cambiando pautas que le afectan.

A las personas que están con el paciente, se les ayuda a empezar a relacionarse con él de otra forma diferente que no sea a través de la comida, a recuperar la relación que mantenían antes del trastorno o incluso se mejora. Observaremos atentamente cómo es la comunicación entre ellos y  qué necesidades tienen para poder atenderlas.

Al paciente se le ayuda a madurar, a  salir de ese estado de infantilidad que da la enfermedad y poco a poco a hacerse cargo del cuidado de su psique y de su cuerpo. Obviamente se trabajan pautas de alimentación saludable, no estando el objetivo en engordar (salvo casos de grave riesgo) únicamente, sino en alimentarse con salud.

Estas enfermedades, tienden a aislar a las personas que las padecen. Por un lado, para poder llevar a cabo sus rituales sin ser molestados por críticas o sugerencias, y por otro, por vergüenza  cuando se sienten observados. A nivel social, el tratamiento ha de ayudar también a recuperar la red de apoyo de amigos y relaciones de trabajo y de pareja.

En cualquier caso, hemos de tener en cuenta, que el tratamiento completo ha de llevarse a cabo de forma multidisciplinar, un nutricionista atenderá las necesidades de alimentación, un psiquiatra estudiará si es necesario medicar al paciente ( a veces hay comorbilidad con otras enfermedades mentales), y por supuesto el terapeuta. En ocasiones, estos pacientes se benefician de terapias corporales como baile, teatro, biodanza, yoga, etc.

Toda esta red ha de trabajar en equipo para la recuperación integral de la persona que padece un trastorno de alimentación.

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