Cyberbullying

El término inglés “bullying” hace referencia al acoso escolar. Se trata de un hecho bastante frecuente en el colegio o más bien, en el instituto. Los sujetos más susceptibles de sufrirlo son los púberes, entrando en la adolescencia, de 12-13 años, más si son niñas.

El acoso escolar

El acoso escolar es algo que ha sucedido siempre pero, tal vez como consecuencia de una sociedad cada vez más violenta, las formas sean más extremas ahora. Puede darse de muy diversas formas: mediante insultos de un compañero (en este caso acosador), poniendo motes, ridiculizando al otro; manipulación, obligando a la víctima a hacer algo que no le gusta; otras veces toman la forma de aislamiento, buscando que el niño o niña se quede sin amigos, marginado; o hablar a los demás mal de la víctima con el fin de dañar su imagen social. Las formas son muy variadas y los niños, en estos casos, suelen ser tremendamente imaginativos.

Tradicionalmente el acosador tenía una posición de poder sobre la víctima en cuanto a su aspecto físico o en relación a la dinámica grupal: el cabecilla que machaca al miembro del grupo más débil. Sin embargo, las nuevas tecnologías: el ordenador y sus redes sociales, el móvil y la posibilidad de estar permanentemente conectado al grupo de amigos ha dado paso al nacimiento de un nuevo fenómeno: el cyberbullying o  acoso tecnológico que tiene una serie de características que lo diferencian del acoso escolar conocido hasta ahora.

Un fenómeno anónimo y viral

El cyberbullying permite el anonimato y ya no son obvias ni la fortaleza física ni el liderazgo del grupo. Ahora cualquier niño, hasta el más pequeño y débil puede convertirse en acosador. El anonimato del acosador aumenta la vulnerabilidad de la víctima puesto que no le permite hacerse una idea del alcance de las amenazas dado que no conoce ni la edad, ni el poder real que tiene la persona que las lanza. En muchas ocasiones se toma como una vía de descargar a través de la agresividad virtual los complejos tan propios de la pubertad y adolescencia. A lo que hay que añadir que los medios virtuales dificultan enormemente el aprendizaje en el manejo de las habilidades sociales.

Otra característica diferencial de este tipo de acoso es la capacidad de hacer llegar información sobre la víctima (contar intimidades suyas, difundir falsos rumores) a un número elevadísimo de compañeros en muy poco tiempo. Sujetos que, a su vez, pueden transmitir la información con igual alcance y rapidez. Este hecho aumenta de nuevo la vulnerabilidad de la víctima de forma exponencial ya que se puede ver expuesta ante un número inabarcable de críticas.

Este fenómeno empezó a estudiarse en Estados Unidos donde se ha convertido en un hecho preocupante pero existen estudios sobre el tema también en Europa y más recientemente en España y nos hacen pensar que es un fenómeno cada vez más frecuente. Lo cierto es que el momento de mayor vulnerabilidad en el que un niño puede sufrir este tipo de abuso es al inicio de la adolescencia y tiende a disminuir a medida que aumenta en edad.

Algunas consecuencias

Las consecuencias del acoso tecnológico, al igual que las del acoso escolar, son amplias y diversas dependiendo del tipo de acoso, del tiempo de duración y de la crudeza del mismo. En líneas generales, afecta de manera importante a la autoestima y se relaciona también con la aparición de pensamientos de tristeza y soledad, rechazo a ir a la escuela típicos de la depresión o de los trastornos de ansiedad (cuya aparición es frecuente también en la adolescencia). En algunos estudios realizados en Estados Unidos se sugiere que el hecho de sufrir bullying aumenta hasta el doble las probabilidades de llevar a cado intentos de suicidio.

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